domingo, marzo 26, 2006

14- LENGUAJE ENTRE PERROS


Excepto por los gruñidos y los lametazos, el lenguaje que utiliza el perro es completamente distinto al que usamos los humanos. Por ejemplo: la cola. La cola le será de gran ayuda para entablar comunicación gracias a su perro. Si su animal la tiene larga, el mío la tiene inmensamente larga, podrá establecer simpáticos paralelismos del tipo: “que rabo más largo tiene mi perro; hay que ver como se parecen estos animales a sus amos, je, je, je”. Si su perro tiene la cola amputada, ni se le ocurra ponerle una postiza. Descubierto el engaño, el bochorno que tendría que pasar, por no hablar de las excusas y aclaraciones que se vería obligado a inventar a cada instante, serían interminables, casi definitivas. Por ejemplo, si tiene un bóxer amputado, deberá fijar la atención sobre el pequeño muñón de la cola e insistir en aquello de: “pequeña, sí, pero juguetona”. Si el bicho va todo el día con el miembro viril al aire, plan perrito caliente, las gracias y comparaciones saldrán por si solas. Le advierto que ninguna de estas tonterías le va a servir para impresionar a una mujer medianamente inteligente, incluso la más tonta lo mirará con cara de asco y fastidio. Estos métodos no le darán el menor resultado, pero le ayudarán a torcer la conversación hacia temas de posible interés individual. Intente que las conversaciones sean femeninamente interesantes: un culebrón televisivo, los chafardeos de la nobleza de turno, lo increíbles e inteligentes que son el cien por cien de las mujeres, cuando son jóvenes y apetecibles, algo sobre moda o las últimas tendencias en lencería fina, le servirán. Si aún así al poco se encuentra paseando su perro en solitario, no se espante, respire hondo y conserve la poca dignidad que le quede.

Si es usted mujer, deberá tener en cuenta que las mujeres no suelen tener este tipo de problemas. No es que las mujeres no tengan dignidad, no me mal interprete, es que nunca consiguen pasear solas. Es un principio científico, aplicable a todos los países motorizados, que una mujer nunca cambiará la rueda de su vehículo. Incluso en el desierto más inhóspito, algún indígena de sexo masculino se ofrecerá gustoso para realizar tan sucia e ingrata tarea. Algo parecido pasa con esto de los perros. Puede que un hombre no tenga perro, pero si usted es mujer y suele frecuentar un determinado sendero, siempre a la misma hora, no se preocupe, el tipo conseguirá un perro y dos días más tarde lo tendrá allí, andando a su lado, molestándole con su interminable atención hacia usted y su entrepierna. Porque seguro que el perro que ha conseguido el individuo en cuestión es un salido, por algo se lo han regalado, y tan pronto como usted tenga la regla, notará un hocico de cerdas puntiagudas, puede que muy parecido al de su propio marido, si es que este gasta bigote, presionando sobre la cremallera de sus pantalones. Y ahí va un buen consejo: ni se le ocurra llevar falda.


Otra cosa muy a tener en cuenta, es que por el movimiento y situación del rabo conocerá usted el talante y estado de ánimo de su perro. Con los hombres pasa algo parecido solo que los movimientos del rabo humano son mucho más sosos y menos ingeniosos que los del perro. El mío mueve la cola como Charlot movía el bastón: en círculos. Resulta gracioso de ver y no pocas mujeres habrán filosofado, en círculos restringidos, imagino, sobre dónde aprendió el animalito estas filigranas. Si su perro no mueve la cola en círculos o carece de ella; incluso de orejas, no se desespere. Aún le queda mucho por aprender. Lo primero es el saludo.