domingo, marzo 26, 2006

4 - LA EDUCACION NATURAL


La incorporación del cachorro a la manada, al grupo, comienza con el parto. La madre corta el cordón umbilical con los dientes y se come la placenta. No piense que es una guarra o que esta gente con cuatro patas come cualquier cosa, no es eso. Hasta mediados del siglo veinte, en muchos lugares de la civilizada Europa, todavía era costumbre regalar la placenta a la comadrona, que la cocinaba y se la comía. Ese era el pago por ayudar en el parto. La placenta de cualquier mamífero es rica en nutrientes y vitaminas necesarias para superar la depresión post-parto. En Inglaterra empieza a ponerse de moda devolver la placenta a la madre para que de regreso al hogar la pase por la plancha, poco hecha, y agasaje a sus amigos y familiares con tan suculento festín. Todos sabemos que los británicos comen rematadamente mal, tampoco es que esto vaya a sorprender a nadie, pero tras el desastre de las vacas locas, la fiebre aftosa y lo que está por llegar, no sería extraño que con el tiempo se imponga la pizza a la placenta. De las hamburguesas, ya ni te cuento. En fin, la cuestión es que el cachorro nace con los ojos cerrados y no se da cuenta de nada, bastante trabajo tiene con arrastrarse hasta los pezones de su madre y luchar por conseguir apartar a sus hermanos de tan preciado botín. No es infrecuente que una perra dé a luz una camada superior al número de sus pezones. En estos casos, si alguno de los cachorros no muere aplastado accidentalmente por la madre durante las primeras horas, o días, entonces, y no llore por él, recuerde que el pobre apenas si se entera, morirá de hambre. Los más débiles, aquellos que no consiguen abrir hueco desplazando a sus hermanos, son los destinados a sufrir este tipo de suerte. Con la intervención humana y un biberón, muchos de estos sentenciados sobreviven y perduran en el tiempo dejando descendencia tras ellos. Son como una especie de funcionarios públicos, que viven de la teta del Estado de por vida. En estado salvaje, lo normal y corriente es que vivan únicamente los más fuertes, o más afortunados por no haber sido aplastados por la madre. Ya ve, los primeros instantes de la vida de su querido amigo son muy Darvinianos. Un llupi se sentiría muy identificado con esta lucha a muerte por los pezones y el mamoneo posterior. No lo vamos a juzgar por ello. En realidad, ¿quién no ha luchado alguna vez por los pezones de alguien? Seamos sinceros y nos daremos cuenta de que los lloros y súplicas de esos enanos desvalidos para conseguir agarrar una teta, no tienen nada que envidiar al lloro y las súplicas del hombre medio, del montón, durante los preámbulos del noviazgo. Y aunque no lo recuerde, también de pequeño, como buen mamífero, usted lloró y suplicó por el pezón o biberón que le ofrecía su buena madre. Espero que estos acertados razonamientos le ayuden a ponerse en la piel de su preciada mascota.

Al principio es la hembra la que se encarga de limpiar al cachorro a base de lametazos. Los humanos hemos sustituido este instrumento natural por la esponja y el jabón para bebes. Bueno, por lo menos en la etapa infantil, después, en la pubertad, la mayoría de la especie intenta regresar a los orígenes, sólo que sustituyendo a la madre por cualquier individuo, y no necesariamente de distinto sexo.


En estado salvaje la misión del perro macho es conseguir comida y vigilar por la integridad de la hembra y los cachorros. Ya hemos mencionado que viven en jauría, así que si nuestro perro estuviera en libertad cazaría en grupo, subordinado al jefe de la manada. Al contrario que ocurre en los humanos, en esta jauría de perros salvajes y sanguinarios, si algo le pasara al padre o la madre del lechal, los cachorros y la “viuda” serán auxiliados y adoptados por el resto del grupo. No crea que son altruistas o que tienen un alma de misionero camuflada tras sus largos colmillos, lo que ocurre es que la cohesión del clan, el bienestar general y la fuerza del mismo, depende del número y calidad de sus individuos, así que mientras no se demuestre lo contrario, y exista posibilidad de encontrar comida, cualquier miembro es importante, vital, para la jauría. Si alguna vez ha tenido que pedir un aumento de sueldo, habrá tenido ocasión de comprobar cuan diferentes somos los humanos en relación a estos perros salvajes y lo prescindibles que resultamos en nuestra escala jerárquica. Debe comprender que su perro nunca tolerará de buen grado que lo trate como le trata a usted su jefe, o como usted trata a sus empleados. Por lo menos, si quiere un animal alegre, dócil y fiel, que no se le lance al cuello, o al de su hijo o hija, enloquecido, el día menos pensado, porque está harto de tanta injusticia, debe intentar ser justo y coherente. Sobre todo, si su perro es lupino, debe ganarse su respeto y admiración. Avisado queda.