domingo, marzo 26, 2006

34 - UN PERRO PARA CADA PERSONA

No vaya a pensar que porque es usted mormón, de los de la antigua escuela, su compañero a la carta va a tener que ser un perro salido, de los que no paran hasta haber reunido un harén de diez o doce hembras preñadas. Si es católico, ni sueñe con que el perro vaya a ponerse a rezar, santifique las fiestas, ponga velas a los santos y, mucho menos, que acabe puesto de rodillas ante usted, como mucho, le lamerá la mano. Cómprese un anillo arzopispal y conseguirá cierto paralelismo. Tan sólo si es usted judío, y logra postrar a su perro ante un muro, a ser mejor de piedra sin pulir, podrá sentirse realizado.


Si sus convicciones van por otro camino, digamos que ha sustituido la religión por el patriotismo más excluyente, existen infinidad de razas de perros, algunas increíblemente groseras, feas y babosas, que se adaptarán como anillo al dedo a su personalidad e inteligencia. Sobre esto último, la simbiosis puede ser pluscuamperfecta siempre y cuando tenga cuidado de no verse superado por el animalito. A parte de humillante, podría resultar peligroso para su orgullo patriótico. Para elegir, bastará con que ponga la televisión, mire detenidamente los perros de la policía sudafricana, la norteamericana o la alemana; cualquiera de ellos le servirá. Tampoco vaya a pensar ahora que porque usted le pegue de vez en cuando al alcohol, su perro va a tener que ser necesariamente un San Bernardo, el de la botellita de licor colgada al cuello, nada de eso. A fin de cuentas, nadie espera que salga de copas con su mascota. Lo primero de debemos hacer antes de estudiar el variado y extenso catálogo de perros que se abre ante nuestros ojos, es preguntarnos para qué queremos al perro: ¿para hacernos compañía, para vigilar, para jugar con él, para salir al campo los fines de semana, para tirar de un trineo? Lo más seguro es que usted lo quiera para que le haga compañía o como guardián de la casa mientras está ausente. Lo de la compañía lo tendremos garantizado. Hasta un caimán puede hacerle compañía. No será muy agradecido y seguramente no moverá la cola con la elegancia de un perro, pero compañía hace. El perro, como guardián, digámoslo sinceramente, es un desastre. Cualquier caco que se precie dejará a su perro, o perros, fuera de combate en un instante. Eso si, el pobre cartero, el niño del vecino que saltó la tapia para recuperar su pelota, la visita inesperada y el despistado de turno, podrían llevarse más de un mordisco. ¿Exagero? Los métodos más habituales para dejar a su “temido” perro guardián fuera de combate son: el sabroso chuletón narcotizado, o envenenado; la perra en celo; el aerosol de la anestesia; el golpe seco de béisbol en la cabeza; el palo con lazo; la gasolina llameante, que es ciertamente cruel; y dos perros inmensamente más grandes que el suyo. En cualquiera de estas tesituras su maravilloso perro “guardián” saldrá mal parado. En el caso de que sus perros guardianes sean machos, una hembra en celo los mantendrá de los entretenidos y enfrentados entre si. Pongamos que lo pretende es ahuyentar a pequeños ladronzuelos, o que para evitarse problemas, los ladrones elijan desvalijar una casa sin perro, entonces sí que podría decirse que el perro guardián podría hacer su cometido, meramente disuasorio. Lo ideal es que no piense nunca en su perro como en un guardián del hogar. Excepto los perros de presa, que por lo común no defienden el territorio, cualquier otro perro intentará defender su dominio familiar de los intrusos. Instale un buen sistema de seguridad y olvídese de la protección que pueda darle el perro. En especial, recuerde que los perros de presa defienden a su dueño, o a su grupo, pero no sienten demasiado interés por el dominio del territorio. Por lo menos, la mayoría de ellos actúa así. Algunos dueños de perros de presa descubren sorprendidos que a parte del televisor, el video y algunas joyas, el ladrón le ha robado a su perro ¡guardián!

Según su profesión y estatus social la raza idónea cambia, y un amo con sentido común nunca debe dejar de lado una buena sarta de sabios consejos.

Para ricos opulentos:


Los ricos opulentos no necesitan perros. Una piara de personas altamente cualificadas garantizan cada una de sus necesidades físicas, afectivas e intelectuales sin necesidad de que venga un chucho a mudar el pelaje sobre la alfombra persa. Pero aún así, tal como está hoy en día el servicio, muchos ricos opulentos sienten la necesidad de rellenar sus vidas con la presencia de un animal mamífero a cuatro patas. Y alguno de ellos opta por un perro. Lo más importante es que el pobre animal sufra de una serie de taras genéticas, como pueden ser: problemas de piel, cataratas, miopía, astigmatismo, asma, displaxia y otros, que garanticen sin lugar a dudas su auténtico pedigri, y, lo más importante, que nadie más que usted, y su tarjeta de crédito, va a poder hacer frente a las facturas veterinarias que conlleva el poseer esa graciosa aberración de la selección antinatural. Las razas son muchas. Escoja el más exótico, innombrable y extraño de estos especímenes, y habrá triunfado. Para no herir sensibilidades, deberá buscar estas razas en un catálogo. Asegúrese no menos de seis defectos genéticos, propios de la raza, y no se conforme con menos.

Nuevos ricos:

Los nuevos ricos se diferencian de los ricos opulentos en que pasearán su chucho por las oficinas de alguna ONG. En el caso de los ricos opulentos, son las propias ONG, las que se pasean por sus mansiones, como invitados. Si es un nuevo rico todavía no demasiado rico, confórmese con tres defectos genéticos, o uno bien gordo. Le saldrá más barato y lucirá casi lo mismo.

Funcionarios:

El buldog no se adapta con facilidad a los funcionarios. El paralelismo físico que la gente advierte de inmediato entre amo y perro acaba por crear una viva animadversión del primero hacia el segundo, preludio de un fatal desenlace.

Políticos:

Los políticos son complicados. Reúnen todas las características de los tres grupos anteriores, así que lo más adecuado para ellos sería un poseer marrano jabalí, cosa que supondría un desconcierto para grupos terroristas y francoritarodores a suelto que, ciertamente, no sabrían dónde apuntar.