domingo, marzo 26, 2006

PROPOSITO DE ESTE MANUAL


Aunque no soy especialista en perros, adiestrador de perros, ni veterinario, conozco cantidad de perros y vivo en un mundo de perros. También he leído bastantes libros sobre perros, su adiestramiento, psicología, razas y enfermedades más frecuentes. La mayoría de la gente que tiene perro tarde o temprano acaba comprando un libro que trata sobre su querido animal de compañía: ese al que no entiende en absoluto y cuyas travesuras empiezan a ser más que preocupantes. Muchos de esos libros son fabulosos, están bien escritos, mejor explicados que el manual de instrucciones de su video e incluso resultan menos contradictorios que la Biblia, pero conozco muy pocos poseedores de canes que hayan leído uno solo de cabo a rabo. A mi mismo, que a fuerza de releer mis escritos, creo ser capaz de leer casi cualquier cosa, me cuesta acabar esas obras; no porque sean malas, sino porque son aburridas, pecan de detallistas o de extensas.

Este libro no pretende ser un gran manual ni entrar en detalles superfluos. Su única finalidad es la de intentar que usted lo lea de cabo a rabo y de paso, espero que sin caer en el aburrimiento, aprenda algo sobre su perro: ese extraño ser al que usted sirve como un esclavo. Ese es el único propósito de esta obra.


1 - EL PERRO. UNA MARAVILLA DE LA NATURALEZA

Tener perro es una de las cosas más maravillosas que nos pueden pasar en la vida. Si usted ha echado en falta alguna vez la presencia de un ser peludo, desvalido, cariñoso y tierno que arranque de cuajo los baldosines del zócalo, los marcos de la puerta, se coma el sofá, la alfombra y orine y cague por el comedor, entonces, por descontado, es que nunca ha tenido un perro. El calor que un perro nos puede proporcionar, en especial cuando mea sobre nosotros, emocionado, es algo que a menos que usted ame profundamente los animales, o le guste practicar la lluvia dorada, nadie podrá hacerle entender con palabras. No piense que odio a estos simpáticos mamíferos. Yo tengo uno y me llevo muy bien con más de una veintena de ellos, lo que ocurre es que este es un libro dedicado a esos locos que barruntan adquirir un perro, lo tienen ya, o están tan desquiciados que incluso habiendo tenido uno, deciden volver a repetir. Y es que muy a menudo habrá escuchado la conocida frase de: te casaste, te enterraste. Pues bien, a poco que esté casado o conozca un matrimonio en profundidad, e incluso superficialmente, se habrá percatado de la verdad que encerraba esa presunción de enterramiento. Así que si usted está pensando en compran un perro, conseguir un perro o regalar un perro, seguro que alguna persona bien intencionada ya le habrá advertido sobre la esclavitud que representa poseer uno de estos peludos animalitos. La realidad es que a menos que pueda usted dedicarle un par de horas diarias, durante los próximos diez o quince años, todos los días del año, llueva, nieve, haga frío o calor, se encuentre usted bien o mal, tenga fiebre, este a punto de coger un avión o de ser operado de apendicitis, entonces, será mejor que medite seriamente sobre la decisión que va a tomar. Si como suele ser lo más frecuente, ya tiene el animal en casa, estudie igualmente si podrá dedicarle tiempo, una hora al día como mínimo. En no pocas ocasiones el perro con el que usted está tan encaprichado acabará siendo paseado por los abuelos, el amigo, el vecino, o tras ser encerrado largas temporadas en una residencia canina, regalado a otra persona; incluso devuelto al vendedor por cosas tan extrañas como:

- ¿Es la tienda de animales? Vera, le llamo porque mi perro está triste. ¿Es qué no tiene garantía? Yo compré un perro alegre, para que me entretuviera. ¿Cuándo puedo ir a descambiarlo por otro?

No estoy exagerando, es una petición real, de una clienta real, incluso con un cerebro aparentemente real, y por eso mismo, la anécdota está sacada de la vida real. Tan real como los niños que te preguntan: ¿qué marca es este perro? A esto yo suelo contestar que mi perro es de la marca SEAT. Entonces el niño se sorprende mucho y te pregunta dónde puede conseguir uno. Lo peor, aunque no parezca creíble, es que los padres son igual que los hijos. Claro que los niños tienen la excusa de la edad, y los padres no. En el caso de los padres, la edad es como una condena que llevan encima para su vergüenza, para demostrar al Mundo lo poco que han sido capaces de aprender en todos esos años de vida, pero, inconscientes de su ignorancia, están contentos consigo mismos. Y evidentemente, esa alegría, se transmite de generación en generación. Cuando me comentan que alguien metió su pequeño perro en el microondas, para secarlo, prefiero no imaginar la escena. Quizás se debería obligar a vender los perros con un manual de instrucciones, como los electrodomésticos, pero como no es así, precisamente por eso es importante que tenga usted en cuenta desde el principio que un perro no es un electrodoméstico, no es un juguete, no es una cosa, no es un esclavo: un perro es un ser vivo, con sentimientos y emociones. En el peor de los casos, muchos perros son abandonados o recogidos por un cazador que tras realizar una pequeña prueba de rastreo, muy bien puede pegarle un tiro por torpe. Con lo fácil que sería ser civilizado y actuar con el animal como con las personas: mandándolo al paro. Así que reconózcalo, está usted metido en un buen fregado, ha introducido en su casa a un ser desvalido, encantador, cariñoso y juguetón, de más o menos edad, que depende por completo de usted y ese animal, pobre bicho, está por completo a la merced de usted y sus caprichos, indefenso. Usted es todo lo que su perro tiene en este mundo. Que es como decir que no tiene nada. Porque, ¿puede ese animal tener un futuro más negro? Tal vez, si usted vive en familia, su perro escogerá a un miembro de ella como su amo, su íntimo, su coleguilla de aventuras y su amigo hasta la muerte. Si no tiene donde escoger, el pobre animal no tendrá más remedio que amoldarse a lo que hay, o sobre vivir hasta que usted se deshaga de él. La relación que va a entablar con su perro puede ser maravillosa, irrepetible, única, decepcionante, traumática o violenta. En un noventa por ciento, el rumbo de esta relación depende por completo de usted. ¿Le parece injusto? Pues no lo es. Estamos dando por sentado que un ser humano normal y sano, es mucho más inteligentes que un perro. Así que supondremos que usted es más astuto, más tenaz, más perseverante, más sabio y más educado que su perro. Ya sé que estoy pecando de generoso y que si usted ha tenido algún perro sabrá de sobras que cualquier animal mamífero de cuatro patas es más astuto, tenaz, perseverante, sabio y fino que usted, pero es que los humanos contamos a nuestro favor con la oportunidad de valernos de la experiencia de otras personas, astutas, tenaces, sabias y educadas, para que la relación hombre-perro, esa relación que en su caso comienza ahora, sea completamente fructífera para ambos. Pero vayamos al principio de las cosas.

2 - Y DIOS CREO AL PERRO



La mayoría de la gente cree que el perro doméstico desciende del lobo. Los más recientes descubrimientos científicos nos dicen que sí, que genéticamente parece descender del lobo. Hasta que otros descubrimientos científicos desmientan los actuales, tendremos que creer que es así. Si es usted religioso, sabrá que la Biblia no es muy clara sobre esto, pero eso es porque no conocemos las verdaderas fuentes. Según parece, Dios creo al hombre, y para que no estuviera solo, porque se aburría muchísimo, le dio un perro. Después llegó la mujer y ya se sabe, la cosa cambió un poco. Esta es la versión que los transcriptores nunca se atrevieron a dejar por escrito. Prefirieron la pornográfica y mucho más comercial de la mujer y el hombre, por lo que dejaron al perro a un lado. Hoy en día tenemos más historietas en donde elegir y un ejército de científicos y especialistas han sustituido a los antiguos profetas para darnos un escarmiento y enseñarnos lo ignorantes que somos en todos los campos del saber menos en política, chafardeos, coches y videojuegos. Pero sigamos con la ciencia. Si usted se mira en un espejo notará que es evidente que los humanos descendemos del mono. Sobre esto sobran los ejemplos y casi todos los libros científicos serios inciden sobre ello dando explicaciones y datos, ciertamente tan acertados, que nos sorprende no encontrar puesta la foto de nuestro cuñao en la portada de la obra como ejemplo viviente de dicha descendencia directa. Pero aunque nuestros orígenes estén más claros que el agua de lluvia, en el caso del perro, el asunto, hasta hace unas décadas, no estaba tan claro. Parece ser que anatómicamente el perro actual desciende de una mezcla de las razas más pequeñas de lobos. Otra teoría apunta a un ascendente extinguido que sería el precursor del perro doméstico. Konrad Lorenz, catedrático de anatomía comparada y psicología animal de la universidad de Viena, que en 1973 recibió el Premio Nóbel por su labor como investigador en torno a la psicología del comportamiento, creía que el perro actual desciende del chacal dorado. Aclarado esto, si vio la película el Libro de la Selva, se podrá hacer una idea de la psicología del chacal. Allí aparece uno que va con el tigre a todas partes, lamiéndole el culo. ¿Se necesitan más pruebas? Como ve, muchas de las características del comportamiento de los perros actuales encuentran su explicación en su milenaria convivencia con el hombre y en los hábitos del chacal dorado. ¿Y cuál es el comportamiento del chacal dorado? Pues, a pesar de lo dicho hasta ahora, el de una auténtica bestia, cobarde, huidiza y carroñera. Así como lo oye. No se alarme todavía, en mayor o menor medida, y según los más recientes descubrimientos, su perro tiene sangre lupina, de lobo, pa que lo entienda. Y por su propio bien, rece para que no sea demasiada. Psicológicamente el lobo es justo lo contrario que el chacal. Cazador indómito, solidario, pero independiente, el lobo es un animal fuertemente social, jerárquico, pero no es un lameculos. Si puede, un lobo que se precie masticará la cabeza del jefe del grupo al primer resfriado que degenere en pulmonía. Claro que por suerte, por lupino que sea su perro, él no vive en jauría, no debe luchar por conseguir su comida, no recorre kilómetros y kilómetros, incansable, con un grupo de peludos congéneres sedientos de sangre y tampoco pelea a muerte, o casi a muerte, por conseguir establecer una jerarquía o dejar tras de si una descendencia. Ya tendrá usted tiempo de encargarse de dar patadas al perro del vecino para que deje en paz a su perrita, o de vagar como alma en pena por el barrio, o la ciudad, en busca de su perro que salió corriendo tras aquella lasciva perra de la vecina de la otra calle, la que tiene sesenta años. Debe ir acostumbrándose a esta realidad, no piense que con esto del celo y los lametones que se dan los perros va a conseguir un buen rollo, las mujeres atractivas no suelen perder el tiempo en pasear al perro, para eso tienen al novio. Y por si lo dudaban, sí, es cierto, la vidad sexual de los perros actuales es completamente comparable a la de sus amos humanos, así que si su perro parece un salido, tiene ojeras y llora con profusión al acercarse una perra, diga que es de su hermano. Redondeelo asegurando que su hermano está de viaje por el África negra, metido en un ONG y que el animalito llora su ausencia. Eso le dará pie para hablar de otra cosa que no sea sobre su perro. Por si acaso, documéntese. Ser descubierto en un engaño de este tipo acabaría con su escasa reputación moral. Si se muda con frecuencia, tipo recomendación Banco Mundial, desahucio por moroso, y todas esas cosas de la vida capitalista, ya sabe, lo de la movilidad laboral intercontinental, sin papeles, horarios flexibles de catorce horas diarias, y piensa que ser tachado de mentiroso no influirá demasiado sobre sus conocidos, puede inventárselo todo. Claro que si carece de imaginación, o le falla la memoria con frecuencia, será mejor que lleve consigo una chuleta. Una petaquita en el cuello del animal, tipo San Bernardo, puede ser el lugar idóneo para esconderla. Eso le dejará las manos libres para sujetar la correa del salido de su perro o la de la lujuriosa de su perra.


3 - ¿CÓMO ES MI PERRO?

Aclarada esta pequeña cuestión, seguro que se está preguntando: pero, ¿cómo es mi perro? No crea que contestar a eso es fácil. Es una pregunta en abstracto, claro, como si nos preguntaran a nosotros: ¿cómo son los humanos? Ahí es nada. Para que no se asuste con las respuestas de: ¿cómo es mi perro?, haremos un ensayo preliminar con la pregunta de: ¿cómo somos los humanos? Veamos que contestaríamos nosotros.

Yo no conozco la opinión de todo el género homo, así que le daré la mía a modo de ejemplo. Redacción: para mi, a parte de las diferencias culturales, sociales o físicas, creo no equivocarme si digo que los humanos somos, por lo general, competitivos, sociables, egoísta, jerárquicos, rutinarios, violentos, lujuriosos, traicioneros, asesinos, cobardes y paranoicos, por no entrar en la esquizofrenia, que está muy de moda. Ese es el lado malo, claro, el lado bueno es que también somos solidarios, cariñosos, sensibles, imaginativos, alegres, inteligentes, juguetones y sexualmente promiscuos. Desde luego no se puede afirmar que un extraterrestre pusiera muchos reparos a la hora de adquirir un humano como mascota. Todo depende del lado que queramos mirar: el bueno, o el malo. Con los perros, por desgracia, no ocurre lo mismo. Todo el lado del perro es el mismo: el animal. Para empezar, el aspecto físico de su perro es lo que el ser humano ha querido que sea. Fruto de incontables cruces, meteduras de pata y paseos nocturnos bajo la luz de la luna, su perro es el resultado de orgiásticas mezclas entre supuestas razas, en realidad, simples cabronadas conseguidas tras siglos de perseverancia, casualidad y aislamiento, en el que pequeñas mutaciones se han eternizado y potenciado camada tras camada hasta conseguir un rabo pequeño, unas orejas largas, un cuerpo en forma de exis y un iris cuadrado. No quiero desanimarlo, pero el comportamiento de su perro también está poderosamente influido por estas características conseguidas durante siglos y siglos, o décadas, de búsqueda humana de cierto tipo racial, con un físico concreto y un comportamiento determinado, del animal Aprototipo X. Vamos, que el perro lleva sufriendo durante siglos un nacionalismo racial elevado a la décima potencia. A poco que se documente, ya verá que esta decisión humana también ha quedado patente en el nombre de las diferentes razas perrunas. Y entonces, ¿qué me está diciendo el tipo este -se estará preguntando- que tengo una pantera negra en el pasillo, jugando con mis críos, un carroñero cobarde, un nazi? Bueno, lo que intento decir es que si tiene un perro bastardo, del montón, sin raza, no sabrá exactamente que carácter, o que tendencias a desarrollar cierto tipo de conductas tiene el animalito, pero, por otro lado, si tiene un perro de según que razas, casi preferirá haber tenido un bastardo con el que jugársela a cara o cruz, en vez de esa bestia feroz que le gruñe cuando quiere algo de usted, exigiéndole obediencia. Pero, en el caso que tenga, no se tire de los pelos todavía, un perro de los llamados asesinos, resulta que un perro bien llevado, sea de la raza que sea, siempre podrá ofrecernos una grata compañía y ser un animal fiel, lo único que estamos valorando es el posible grado de dificultad de esa convivencia. No es lo mismo enemistarse con un chiguagua, que no es que sea precisamente un perro pacífico ni simpático con los extraños, que con un Pit Bull. Después trataremos del carácter atribuido a las diferentes razas de perros. Ahora describamos un poco cual es la psicología del perro, porque aunque los humanos podamos igualar e incluso superar el comportamiento de un perro, el pensamiento del perro y sus motivaciones, aunque parezca difícil de creer, es completamente distinto al del ser humano. Es cierto que gracias al progreso y las más recientes películas pornográficas, las diferencias entre el perro y hombre se van limitando a la nada, pero así y todo, lógicamente, usted no baja a la calle a lamer la entrepierna de su vecina, ni huele el culo de su jefe para saludarlo, quizás un poco después sí, pero nunca antes de desayunar. Por lo menos, el carácter social de nuestra especie homo, unido a interminables milenios de cultura y educación, por el momento nos impide llevar a cabo estos cometidos en público, en medio de la acera, gratuitamente, sin contraprestaciones. En una sauna, o discoteca, quizás, pero por ahora no en medio de la calle. Los humanos exigimos dinero o drogas para hacer esas cosas, que al cambio viene a ser lo mismo, y los perros, ya ve que nobles son, hacen eso mismo sin exigir nada. Lo más, una galleta. Pero en ocasiones los humanos también nos comportamos de forma altruista. Lo de mear en las esquinas y en los portales ya lo tenemos igualado, yo afirmaría que superado con creces, tanto, que incluso las mujeres, en especial las más jóvenes, se han sumado al carro de orinar incluso sobre las farolas. Estúdios científicos sin contrastar, calculan que aún tardaremos una década en llegar a ver un auténtico duelo de gruñidos entre el hijo del vecino y nuestro perro, preámbulo de la lucha por el sacrosanto derecho a marcar el territorio con los orines. Porque eso es justamente lo que hace su perro cuando poniendo cara de despiste orina sobre sus cosas, o las de sus amigos: marcar el territorio. En definitiva, dice: aquí estoy yo, este es mi sitio. No debe juzgarlo duramente, seguro que usted tiene un montón de papeles con su firma acreditando ser el propietario de esto y de aquello, seguro. A poco que piense sobre el tema, caerá en la cuenta de las incontables facturas o letras que lleva firmadas, los papeles del coche, el DNI, las escrituras de la casa o el anillo de compromiso donde está puesto su nombre o la frasecilla que inventó algún cursi en el siglo de María Castaña y cuya paternidad se atribuye usted en exclusiva. Pues bien, la firma de su perro, su sello de identidad, de propiedad, son los orines. Por si no lo ha captado todavía, su perro es un animal territorial; incluso celoso. Para más desgracia, es extremadamente jerárquico. Y esto es lo primero que debe comprender cuanto antes, la estructura mental de su perro se basa en la jerarquía y en el territorio de la manada: la dominancia. Estos principios quedan muy marcados durante la infancia y la juventud del animal, así que cuanto antes empiece a poner los puntos sobre las íes, tanto mejor para usted. No se trata de que apalice al animal cada vez que lo vea para que comprenda quien es el jefe, mucha gente lo hace y lo único que consigue es que el día menos pensado el perro se vuelva loco y los ataque despiadadamente, bastará con que sea firme, coherente, y no se deje tomar el pelo. Un cachorro bien educado será un perro sin problemas. Ahora viene lo más gracioso, claro, y , ¿cómo debemos educar al perro? Esto se trata en los capítulos dedicados al cachorro y al adiestramiento, ahora sólo describiremos cómo lo habría educado su madre en estado salvaje, eso nos dará una idea para entender lo que el animal espera de nosotros.

4 - LA EDUCACION NATURAL


La incorporación del cachorro a la manada, al grupo, comienza con el parto. La madre corta el cordón umbilical con los dientes y se come la placenta. No piense que es una guarra o que esta gente con cuatro patas come cualquier cosa, no es eso. Hasta mediados del siglo veinte, en muchos lugares de la civilizada Europa, todavía era costumbre regalar la placenta a la comadrona, que la cocinaba y se la comía. Ese era el pago por ayudar en el parto. La placenta de cualquier mamífero es rica en nutrientes y vitaminas necesarias para superar la depresión post-parto. En Inglaterra empieza a ponerse de moda devolver la placenta a la madre para que de regreso al hogar la pase por la plancha, poco hecha, y agasaje a sus amigos y familiares con tan suculento festín. Todos sabemos que los británicos comen rematadamente mal, tampoco es que esto vaya a sorprender a nadie, pero tras el desastre de las vacas locas, la fiebre aftosa y lo que está por llegar, no sería extraño que con el tiempo se imponga la pizza a la placenta. De las hamburguesas, ya ni te cuento. En fin, la cuestión es que el cachorro nace con los ojos cerrados y no se da cuenta de nada, bastante trabajo tiene con arrastrarse hasta los pezones de su madre y luchar por conseguir apartar a sus hermanos de tan preciado botín. No es infrecuente que una perra dé a luz una camada superior al número de sus pezones. En estos casos, si alguno de los cachorros no muere aplastado accidentalmente por la madre durante las primeras horas, o días, entonces, y no llore por él, recuerde que el pobre apenas si se entera, morirá de hambre. Los más débiles, aquellos que no consiguen abrir hueco desplazando a sus hermanos, son los destinados a sufrir este tipo de suerte. Con la intervención humana y un biberón, muchos de estos sentenciados sobreviven y perduran en el tiempo dejando descendencia tras ellos. Son como una especie de funcionarios públicos, que viven de la teta del Estado de por vida. En estado salvaje, lo normal y corriente es que vivan únicamente los más fuertes, o más afortunados por no haber sido aplastados por la madre. Ya ve, los primeros instantes de la vida de su querido amigo son muy Darvinianos. Un llupi se sentiría muy identificado con esta lucha a muerte por los pezones y el mamoneo posterior. No lo vamos a juzgar por ello. En realidad, ¿quién no ha luchado alguna vez por los pezones de alguien? Seamos sinceros y nos daremos cuenta de que los lloros y súplicas de esos enanos desvalidos para conseguir agarrar una teta, no tienen nada que envidiar al lloro y las súplicas del hombre medio, del montón, durante los preámbulos del noviazgo. Y aunque no lo recuerde, también de pequeño, como buen mamífero, usted lloró y suplicó por el pezón o biberón que le ofrecía su buena madre. Espero que estos acertados razonamientos le ayuden a ponerse en la piel de su preciada mascota.

Al principio es la hembra la que se encarga de limpiar al cachorro a base de lametazos. Los humanos hemos sustituido este instrumento natural por la esponja y el jabón para bebes. Bueno, por lo menos en la etapa infantil, después, en la pubertad, la mayoría de la especie intenta regresar a los orígenes, sólo que sustituyendo a la madre por cualquier individuo, y no necesariamente de distinto sexo.


En estado salvaje la misión del perro macho es conseguir comida y vigilar por la integridad de la hembra y los cachorros. Ya hemos mencionado que viven en jauría, así que si nuestro perro estuviera en libertad cazaría en grupo, subordinado al jefe de la manada. Al contrario que ocurre en los humanos, en esta jauría de perros salvajes y sanguinarios, si algo le pasara al padre o la madre del lechal, los cachorros y la “viuda” serán auxiliados y adoptados por el resto del grupo. No crea que son altruistas o que tienen un alma de misionero camuflada tras sus largos colmillos, lo que ocurre es que la cohesión del clan, el bienestar general y la fuerza del mismo, depende del número y calidad de sus individuos, así que mientras no se demuestre lo contrario, y exista posibilidad de encontrar comida, cualquier miembro es importante, vital, para la jauría. Si alguna vez ha tenido que pedir un aumento de sueldo, habrá tenido ocasión de comprobar cuan diferentes somos los humanos en relación a estos perros salvajes y lo prescindibles que resultamos en nuestra escala jerárquica. Debe comprender que su perro nunca tolerará de buen grado que lo trate como le trata a usted su jefe, o como usted trata a sus empleados. Por lo menos, si quiere un animal alegre, dócil y fiel, que no se le lance al cuello, o al de su hijo o hija, enloquecido, el día menos pensado, porque está harto de tanta injusticia, debe intentar ser justo y coherente. Sobre todo, si su perro es lupino, debe ganarse su respeto y admiración. Avisado queda.

5 - JUEGOS INFANTILES

Igual que ocurre con el resto de los mamíferos, pronto los cachorros empezaran a crecer y jugar entre si. Si tiene hijos, sobrinos, primos o nietos pequeños, seguro que alguna vez se ha llevado más de un mordisco, o un chupetón en el brazo, incluso en la cara jugando con ellos. Esto es así porque entre los simios, al igual que ocurre con los perros, los mordiscos son la forma de establecer una conexión afectiva, un castigo; de defenderse. Su hijo puede intentar morderle jugando, como haría un cachorro, o para zafarse de usted, porque está incómodo, o porque usted no le atiende y morder es su forma de llamar la atención, incluso de mostrarse irracionalmente cariñoso. Exactamente igual ocurre con los cachorros, lo que pasa es que un cachorro, a partir del primer mes, comienza a tener unos dientes afilados como agujas y tal como le pasó a usted cuando era pequeño, le están creciendo, aflorando, así que necesita morder, se muere por morder, y por jugar. Si su cachorro le molesta demasiado, o le hace sangre, no le peque, el animal no entenderá su respuesta. Para él su manotazo o su enfado forman parte del juego. Probablemente piense que es usted un bruto y se marche, huyendo, quejoso porque le ha hecho daño, pero a las primeras de cambio volverá a repetir su error. Lo que tiene que hacer es morderle. No pretendo que salga en los telediarios o en la primera página de la prensa amarilla. Desde que existe “Gran Hermano” o “la casa de tu vida”, estas cosas ya no son noticia. Si su cachorro le muerde, muérdale la oreja, suavemente, así entenderá que se ha propasado. Todos estos juegos sirven para ejercitarse y aprender cosas que más tarde, de adultos, serán de gran utilidad. ¿Recuerda aquel pobre nadador de Guinea Ecuatorial en las olimpiadas de Australia? La mayoría de los niños occidentales aprenden a nadar antes de los quince años. Ya ve lo difícil que resulta aprender de adulto lo que resulta fácil y natural en la infancia. Descuide a su perro durante el primer año y tendrá un mostruito “encantador”, sólo que con colmillos y garras.



No es infrecuente que el padre traiga al cubil una pequeña presa viva con la que los pequeños puedan ejercitarse. Los padres humanos traen pelotas de fútbol o raquetas de tenis con la estúpida esperanza de que al crecer la criatura logre entrar en los circuitos profesionales y mantener al resto de la familia. El padre lobo es más sensato y trae alguna rata, o un conejo medio muerto, que son las presas más al fin que se persigue. A parte de un festín, esa comida viva es para el cachorro un juguete. Durante estos juegos, u otros parecidos, no tardará en establecerse una jerarquía entre los cachorros, con un dominante y una serie de subordinados. ¿Recuerda? Sí, es el eterno rollo de: ¿quién se queda con Juanito? Yo no, porque es torpe, ve menos que un topo y marca goles en propia puerta. Ya sabemos que Juanito se convirtió en abogado y que vive en una lujosa mansión desde la que trata oscuros asuntos relacionados con el blanqueo de dinero, tiene una mujer de bandera, tres lujosos coches y un par de criadas asiáticas; y que Luís, que era el que más goles marcaba, el más rápido y el más elegante, es un llonqui en proceso de reinserción social. Pero en el mundo salvaje primitivo nada de esto habría sucedido. En el mundo del perro salvaje que estamos imaginando, la jerarquía queda establecida provisionalmente durante los primeros meses, eso evita posteriores enfrentamientos innecesarios. Más tarde, entre el primer y el segundo año, se pondrán a prueba más seriamente, pero esta primera clasificación de categorías ayuda a mantener cierta paz social. Los dominantes, sin necesidad de un convenio colectivo ni ningún decretazo del gobierno, recordarán periódicamente a sus dominados cual es el lugar que ocupan en la jauría con un marcaje al inferior digno de un partido de rugbi. Y eso es todo, que no es poco. Ya ve, por muchos pañuelos rojos que ponga en el cuello de su amada mascota, y esa boina del Che con la que está tan simpático, su amigo, ya de pequeño, sentía cierta predisposición genética a la dictadura. Digamos a su favor que al contrario que pasa con los humanos, la dictadura de la manada posee ciertas reglas inalterables que deben ser respetadas.

6 - LAS LEYES PERRUNAS NATURALES

Los perros son animales sensatos. Aquí no existe la ley del Talión, ni se lee la Biblia, ni el Corán, ni ninguna de esas cosas que algunos humanos inventaron con el único propósito de que cientos de millones de humanos las aprendieran. En el perro los principios son instintivos. Será la madre quien primero se encargará de instruir al cachorro sobre las leyes no escritas de la jauría. Un cachorro díscolo, por dominante que sea, pronto aprenderá que debe honrar a sus mayores. Ante una infracción, como el no esperar en la guarida el regreso de su madre, el cachorro recibirá una dura reprimenda: gruñidos y mordiscos. Si persiste en su actitud, la madre lo cogerá por el cogote y lo zarandeará. En lenguaje perruno, esto equivale al beso de la muerte de la mafia siciliana. Si aún así el cachorro continúa creando problemas constantemente, la madre lo desnucará. Así de sencillo. ¿Continúa pensando que es usted duro con su perro? El perro, como su antecesor el chacal, o su primo el lobo, es un animal social, de grupo, y respetar las reglas sociales o no respetarlas, ser útil a la comunidad o ser un estorbo, es la distancia que separa la vida de la muerte. La seguridad de la jauría, la efectividad en la caza y la convivencia entre ellos, depende por entero de cumplir ciertas conductas atávicas hundidas en el recuerdo genético de la especie. La madre ve en el cachorro que no respeta estas reglas un enemigo del clan, un inadaptado, puede que un hijo tarado por alguna causa desconocida y por eso actúa en consecuencia y lo elimina. Como en la naturaleza no se desperdicia nada, su propia madre y hermanos comerán sus restos. ¿Va entendiendo de qué va el rollo? El darvinismo social de nuestro querido perro en poco se diferencia del nuestro cuando es puesto en su estado más puro e inhumano. Esto debería dar qué pensar, pero no somos tan diferentes. Si le repugna el canibalismo de la madre, no le peque, no la castigue: es algo normal. En 1992 las autoridades rusas reconocieron haber desmantelado más de un centenar de tramas mafiosas dedicadas al comercio de carne humana. Circulan fotos en las que se pueden ver niños congelados expuestos sobre una mesa, en un pueblo de la fría estepa, esperando para ser comprados y hacer una buena sopa con ellos. Los humanos somos animales jugando a comportarnos como hombres. Los griegos clásicos tenían el convencimiento de la animalidad del hombre. Sólo una pequeña porción del ser humano era divina, una ínfima parte de la divinidad, minúscula, vivía en nosotros, inmortal, consciente, civilizada, el resto era animal. Al perro lo suponemos sin nada de esa mínima parte divina. Quizás ahora comprenda las historias sobre la ferocidad de los perros, sus portentosas actuaciones violentas o la increíble abnegación que sienten por sus amos. Si está espantado, le recuerdo que su perro vive cómodamente instalado en una vivienda, tiene agua y comida sin necesidad de hacer nada y que si usted juega bien sus cartas, su can siempre será un cachorro, un inmaduro supeditado a sus órdenes. De todas formas, le advierto que si usted es un poco pijo y a pesar de haber estado a punto de morir deshidratado el verano pasado, sufriendo un despreciable calor de cuarenta grados a la sombra, aún así, ha decidido poseer un perro de sangre lupina (Husky, Malamute, Chow-chow), de muy al norte, con el frío que hace por allí, tenga presente que de adulto este perro podrá ser su colega, su subordinado fiel, pero, ojo, estos lupinos carecen de la actitud de dependencia respecto a su amo que posee el perro normal, el lameculos, hasta el extremo de poder resultar peligrosos para el hombre. Si ha tenido la oportunidad de ver a un dueño de Husky desesperado porque el animalico no le hace el menor caso, se escapa, e incluso le gruñe a la menor ocasión, lo entenderá perfectamente. Los perros lupinos son duros, extremadamente fieles y maduros, le respetarán como jefe, puede que le adoren, pero nunca entenderán que usted desaparezca para ir a trabajar, al cine o a cualquier otra actividad: eso es para ellos casi como echarlos de la manada, así que no se extrañe si su perro lupino se hace independiente, le ignora, lo trata de colega para abajo, destroza la casa o decide zarandearlo y morderle un poco el culo para darle una lección. Si no está dispuesto a afrontar el riesgo de acabar con el culo groseramente recosido, pase de lo bonita que es la estética de estos animales y sea realista; pregúntese lo siguiente: )tengo yo un trineo, es que aquí nieva con frecuencia, hace un frío que pela todo el año y estoy dispuesto a estar con el puto perro todo el día? Si ninguna de las respuestas que se da es afirmativa, lo más sensato es que elija otra raza de perro. Mucha gente continuará dejándose encandilar por los ojitos azules de estos animales, bien lo saben los publicistas, pero avisados están.

7 - LA MENTE DEL PERRO


Ya está advertido de que la mente de su perro es jerárquica y sin un gramo de ese componente divino que a nosotros nos permite ir disimulando nuestro salvajismo con excusas a las que llamamos: leyes y religiones. Los humanos reafirmamos la escala jerárquica mediante el asesinato, la amenaza, el engaño y la coacción. Nuestros perros sanguinarios suelen saltarse la faceta asesina. ¿Cómo lo consiguen? Bueno, no pocos humanos han salvado la vida enseñando la palma de sus manos en el aire, limpias, sobre sus cabezas. El perro hace lo mismo: se echa al suelo y deja su vientre al descubierto. Es una muestra clara de sumisión total, de decir: me rindo, estoy a tu merced. Al contrario de lo que haríamos los humanos, y de lo que muchos humanos hacen con su perro, el líder, el dominante de nuestra camada imaginaria, jamás, nunca, atacará a un perro que le muestre el vientre, rendido. Actuar así sería rebajarse, ser de poco fiar, innoble y le haría perder la estima del resto del grupo. Otro signo de sumisión consiste en bajar la cola hasta meterla entre las piernas. Esta pose también puede significar miedo. No es que el perro no vaya a defenderse, pero prefiere retirarse. ¿Quién no ha tenido que salir alguna vez en su vida con el rabo entre las piernas? Seguro que si lo intenta, recordará algún suceso autobiográfico de su propia vida en el que agachó las orejas, escondió el rabo y se fue con la cabeza baja a lamerse las heridas a su cubil. A los perros les pasa exactamente lo mismo. En resumidas cuentas, podríamos afirmar, sin miedo a equivocarnos más de los absolutamente necesario, que si se imagina a usted mismo como siervo de una dictadura personalista, logrará entender gran parte del comportamiento de su perro doméstico. Si no se siente con ánimos, porque cree que la imaginación no le llega para tanto, o bien porque el pensar sobre esto lo va a poner triste, entonces, suponga lo siguiente: le dan a elegir varias opciones de conducta, de vida, usted va a votar, y sea cual sea la elegida, para usted todo continúa exactamente igual que antes. ¿Se siente frustrado? Pues imagínese su perro.

8 - EL CACHORRO Y LA FREGONA

Ahora que sabe un poco cual es la mentalidad oculta del perro, podemos empezar desde el principio: con su cachorro doméstico.


Si tiene un cachorro, vaya deprisa a la droguería más cercana, compre una fregona y dedíquela exclusivamente para el pasatiempo que acaba de procurarse: limpiar los meados de su perrito. Puede que tenga tan mala suerte que además necesite unos guantes y un par de muñequeras elásticas para que no se le abran las muñecas. Si es así, lo mejor que puede hacer es recordar las enseñanzas que recibe el chico aquel de Kárate Kid, que se pasaba la vida limpiando cosas, y aproveche para adelgazar un poco, que seguro que le hace falta. Seguro que su mascota le hará adelgazar algunos kilos. La de veces que va a tener que inclinarse sobre ella, para recogerla del suelo, soltarla de sus tobillos o sacarla de un escondite secreto, van a ser incontables. Tener un cachorro siempre es un ejercicio saludable. Imprevisible, si, pero le aseguro que actuará sobre usted como lo haría un vasodilatador. No quiero insinuar con esto que vaya ha echarse a la bebida, pero más de una vez se sentirá mareado, como beodo. Pero no desespere, un poco de sentido común, mezclado con unas docenas de buenos consejos, mitigarán un poco sus sufrimientos. Para empezar, el cachorro necesita dos recipientes (si puede permitírselo, esa paga extra... que sean de acero) con agua y comida apropiada para él (sobre esto consulte al vendedor de la tienda de animales, en la actualidad existe una variedad impresionante de piensos); también necesita un lugar en el que descansar cuando lo desee (un cesto portátil le será muy útil, no es para usted, es para su perro, asegúrese de que sea accesible), una mantita y un hueso grande que poder roer redondean el neceser de nuestra pequeña, destructiva, peluda y aparentemente indefensa criatura. Si el cachorro duerme en un capazo, podrá permitirle estar en su habitación. Esto es importante, el capazo es su verdadero lugar, no la habitación. Si no lo hace así, dentro de unos meses se encontrará con un San Bernardo de ochenta kilos dentro de su cama, roncando codo con codo con su pareja y a usted durmiendo sobre la alfombra. Le aseguro que a menos que viva solo, en permanente estado de celibato, esta intrusión le cortará el rollo sexual bastante. Recuerde lo del capazo y disfrute de la noche.

Como su cachorro es sumamente curioso y juguetón, eso sería lo normal, dele confianza y verá que todos son iguales. Lo primero que debe hacer es proporcionarle juguetes: cosas con las que jugar y poder morder a sus anchas. Si el cachorro tiene un compañero, o compañera, doble el número de juguetes. Cualquier cosa será del agrado del pequeño. Sólo tiene que tener en cuenta una cosa, recuerde: respete las reglas. Debe ser coherente y utilizar la astucia. Prevea lo que pasará cuando su pequeño y cariñoso cachorrillo crezca y pase de pesar dos kilos a pesar veinte, treinta o cuarenta. A menos que pretenda hace lo mismo cuando pese cuarenta kilos y regresen de un paseo en pleno invierno, con el animal calado hasta los huesos y las patas llenas de barro, no le deje jugar en su cama. Si le deja subir a su cama de pequeño, el animal no entenderá porqué le priva de este honor al llegar a la edad adulta. Las normas son las normas. Tampoco le ofrezca botellas vacías de agua. Un día puede descubrir que sufre una inundación porque, vaya, ahora juega con las botellas llenas. Y no le ofrezca una zapatilla vieja, mira por donde, no distingue entre las zapatillas viejas, que ya han perdido el olor a usted, y las nuevas que me compré la semana pasada, que sí que huelen a su querido amo-padre-madre. Utilice la cabeza y escoja bien cuales van a ser las reglas de juego porque deberá respetarlas durante los próximos diez, quince, o veinte años.

9 - RESPETAR LAS REGLAS

¿Recuerda lo bien que estaba de pequeño, en casa de su prima de quince años, durmiendo juntos en el sofá porque usted tenía ocho años, y lo frustrante que le resultó que sólo unos años más tarde, su prima le privase del placer de repetir dicha experiencia con excusas poco ingeniosas, incluso con desprecio? Pues algo así le pasa a su perro con usted, sólo que él entiende mucho peor que nosotros estos inexplicables cambios de actitud. Recuerde: las reglas del juego son flexibles, pero su perro no entiende que usted las cambie. Piense sobre cuales van a ser sus reglas. En el fondo, consiste en un juego de inteligencia.

Por su perro conocerá la gente si es usted tan listo como presume. Si un día rompe una regla, no pudo sacarlo a pasear a la hora habitual, por ejemplo, pague su falta con una sesión extra de juego, o con un premio en galletas. Su cachorro es más listo de lo que piensa y pasará por alto su falta de fidelidad pensando que tardó más de la cuenta en volver a casa por ir a conseguir las galletas, o que juega con él más de lo habitual de alegría por volver a verlo. Lo mismo imagina que vivió un peligro del que salió vivo de milagro. Tenga presente que en la cabeza del perro sobrevive la lógica de un animal salvaje: un depredador dormido. Lo de dormido no es una metáfora. A menos que alguien lo despierte, su perro siempre será un inmaduro, un cachorro que obedece a sus padres, recibe la comida en su cubil y que a menos que sea necesario luchar para proteger el nido familiar, buscará la protección de su jefe. Si su perro no confía en usted, tiene miedo o se cree el jefe, será él quien tome la delantera: atacará a otros perros, a otras personas, puede que a usted mismo si lo cree necesario. Si le pasa esto, es que usted no supo dejar claro a su cachorro que el jefe es usted. Esto nos lleva a afrontar esa difícil pregunta tan de moda en el mundo empresarial.

¿Cómo ser un buen jefe? Es fácil, haga todo lo contrario de lo que hace su jefe. Si usted es jefe, recapacite, piense en la fidelidad de sus empleados o subordinados, y a poco que se sincere, reconocerá que a la más mínima ocasión le clavarían un puñal entre los homoplatos. No hace falta decir que si quiere una buena mascota, debe actuar justo al contrario de lo que está acostumbrado a hacerlo. Es difícil, claro, pero deberá intentarlo.

A muchas personas no les gusta la idea de ser el dueño, el amo de su perro. Es comprensible. Quien ama a los animales acaba por tratamos igual que a un miembro de la familia. No es fácil conseguir aunar el cariño y el amor con la dominancia, pero si quiere un perro feliz, equilibrado, sociable, deberá crear una dominancia. Con cinco premisas básicas tendremos suficiente.

10 - CREANDO LA DOMINANCIA

> Primera regla: esta es fácil porque es idéntica en los humanos. El jefe siempre come el primero, mejor y más comida que el subordinado.

Comentario: mucha gente está tan encantada con este pequeñuelo que acaba de llegar, que le ponen suculentos manjares en el cuenco de la comida, lo miran comer y después de deleitarse con tan encantadora escena, se sientan a la mesa a comer ellos, en familia, con la baba cayéndoles de la boca por lo bonito y agradable que es su perrito. Si usted actúa así, está creando una situación de dominancia en su perro, pero al contrario de como debería ser. No se extrañe si al poco tiempo su mimado cachorro le gruñe al verle acercarse al cuenco; no se deja acariciar mientras come, e incluso le exige la comida con descaro, gruñendo o mordiendo.


Actuación: el buen jefe come siempre antes que el perro. El animal esperará pacientemente, tumbado, o sentado, sin molestar, a que llegué su momento y usted le dé la comida. Para asegurarse de que en el futuro no va a ser molestado, impídale acceder a ella hasta que usted dé la orden: come. Mientras come, acarícielo, meta la mano en el cuenco. Si le gruñe, o se muestra violento, cójalo del cogote, levántelo, colóquelo en la posición original, y vuelva a empezar de nuevo. No crea que está siendo cruel, no sea pusilánime o con el tiempo tendrá un San Bernardo de noventa kilos, o un perro cualquiera de veinte o treinta, gruñéndole a usted, o a cualquier otra persona que se acerque a su comida; incluso podría llegar a atacar. Piense en ello y no sea tonto: usted es el jefe. Si lo prefiere: el padre justo y severo que cuida de sus hijos.

¡¡Precaución!!: No abuse del cogote de su cachorro. Tenga en cuenta que es una amenaza de muerte en toda regla. Dosifíquela. Con una en la vida debería tener suficiente. La confianza del cachorro en los humanos se adquiere entre la quinta y octava semana, máximo hasta los dos meses. Tenga cuidado al crear la dominancia. No fabrique un perro cobarde, desconfiado o dependiente de su amo. Dosifique el beso siciliano o dejará de ser tenido en cuenta.

- Segunda regla: esta también es idéntica en los humanos. El jefe no admite que lo molesten.

Comentario: Su cachorro es encantador. Seguro que es el juguete de la casa. Cuando quiere jugar con usted, se lo exige a base de ladridos. Las hembras, igual que pasa con los humanos, tienen especial tendencia a ladrar. Los machos, igual que con los humanos, le gruñirán o pasarán de usted, con desprecio, para al momento lanzarse a la acción. Puede que salte sobre usted, buscando juego, que ladre sobre su cara, incluso que le lama con alegría infinita. Una vez más, nos encontramos ante el desagradable dilema de lo encantador que es este cachorro, y el perro que será cuando crezca, de cuerpo, pues siempre será un cachorro que vendrá a ladrarnos, se lanzará sobre nosotros y nos mordisqueará la mano cuando quiera juego. Lo malo es que el perro adulto tiene un tamaño y una fuerza considerables y después de haberlo visto comer cacas, lamer la entrepierna de las perras del barrio y revolcarse en la bosta de una vaca con la que tropezaron en aquella simpática excursión a la montaña, puede que no le haga mucha ilusión que continúe comportándose como cuando tenía cuatro meses. Sería una pena perderse las cosas buenas de su cachorro pensando en las malas del perro adulto. La elección no es fácil, depende en gran medida de lo que usted está dispuesto a soportar en el futuro.


Actuación: Utilice la astucia. Establezca momentos claros de juego desenfrenado en los que todo está tolerado, que no es lo mismo que permitido, y el resto del día sea recto. Su cachorro, más tarde su perro, debe respetarle, nunca molestarle a su capricho. Si requiere su atención, deberá pedirla, suplicarla, suelen hacerlo con la pata; nunca exigir. Hágale una caricia, no sea brusco, pero si no quiere jugar con él, no lo haga. Entienda que usted le da cobijo, comida, le atiende, le da cariño, lo baña, lo peina y juega con él en determinados momentos; usted proporciona a su perro mucho más de lo que un estado socialista a la antigua usanza dio o estuvo a punto de dar nunca jamás a sus vasallos, y ni mentemos a una democracia capitalista, así que su perro tiene derecho a jugar, sí, pero, ¡cuando usted puede o quiere! Todos los días, aunque sean sólo diez minutos, juegue usted con su mascota y disfrute de ella. No baile al son que le dicte su perro o se encontrará maldiciendo el día en que decidió meterlo en casa; los vecinos le odiarán por los ladridos del animal y usted no tendrá un momento de descanso o de intimidad. Bueno, sí, sí que los tendrá: los que su perro adulto quiera otorgarle. Si su perro no entiende que usted debe ser respetado, enciérrelo diez minutos en la terraza, o en una habitación; ignórelo. No importa que ladre, ya se cansará. La próxima vez preferirá estar tumbado a su lado, mirándole con ojos tiernos, esperando a que usted se decida a jugar.

¡¡Precaución!!: De todas formas, recuerde que su cachorro es como un crío; quiere jugar, procúrele juguetes, algún compañero de juegos y esfuércese un poco, pero sin caer en la sumisión, y hágale caso las más de las veces. Para él, esta etapa de su vida es muy importante. No fabrique un perro depresivo.

> Tercera regla: salvo en caso de guerra, esta regla también es idéntica a la de los humanos. El jefe siempre va el primero.


Comentario: Si su cachorro siempre va delante de usted, entra el primero en las habitaciones o en el ascensor y tira de la correa, es que es un listillo. Esta conducta es un signo de dominancia. Siempre que pueda, aunque usted triunfe en un terreno, su perro intentará imponerle sus reglas en otro. No se deje ganar la partida. Por pequeño que sea su perro, la tracción a las cuatro patas puede crearle verdaderos quebraderos de cabeza, por no hablar de las posibles fracturas cuando acabe con sus huesos sobre la acera, sorprendido por un brusco tirón de su querido amigo. Los lobos avanzan en fila india, se desplazan así porque resulta más seguro. El primero, el rastreador, no tiene porque ser el jefe; camina unos cien metros por delante del resto del grupo y si hay un peligro, o una trampa mortal, será el primero en darse cuenta. Sin embargo, por el propio bien de su perro y el de usted, es preferible que su perro no vaya el primero. Así evitará muchos sustos a sus vecinos y se ahorrará complicaciones innecesarias, pues su perro puede percibir como un peligro aquello que no lo es y lanzarse al ataque.

Actuación: Si está con usted, no deje que el cachorro vaya delante. Ordénele que permanezca a su par, o detrás de usted. Deberá ser lo suficientemente observador para no crearse un perro cobarde o demasiado dependiente. Dé una de cal y otra de arena. Si aprecia que su perro no puede meterse en ningún lío, déjele ir primero, que husmee. Un perro sano y seguro de si mismo siempre sentirá curiosidad. Lo importante no es tanto que usted vaya siempre el primero, intransigentemente, lo fundamental es que sea capaz de controlar la situación y conseguir que su perro permanezca a su lado, o detrás, cuando crea que la situación lo requiera. Sobre todo, que su perro comprenda que usted le permite ir delante, explorar, no deje que él le obligue a ir tras él, a su capricho.

> Cuarta regla: esta es la más desconcertante de todas y no tiene parangón en la especie humana más que en la literatura. En caso de peligro o necesidad, el jefe siempre da la cara.

Comentario: Su cachorro a visto por primera vez un objeto, puede ser un cochecito de niño, una bombona de butano o un peluche abandonado. Entre curioso y asustado, no sabe que hacer. Ladra al objeto en cuestión. Le tiene miedo. Puede que ni siquiera ladre, que busque su protección de inmediato.


Actuación: Ante un peligro, el buen jefe perruno siempre debe demostrar que está dispuesto a cumplir con sus responsabilidades. No es que usted deba hacer de chulo piscinas y andar repartiendo ostias a todo aquello que su cachorro considere una posible amenaza. Si había pensado en golpearse el pecho con los nudillos al estilo de los gorilas, olvídelo, él no lo entenderá. Lo que debe hacer es tocar el objeto en cuestión, demostrarle que el peligro es imaginario, quitarle el miedo, instruirlo. La próxima vez ya no ladrará al encontrarse con un carrito de niño, ni con la bombona de butano. Si el objeto fuese peligroso, lógicamente, deberá instruir igualmente a su cachorro para que sea prudente. Si vive en el campo y se tropieza con un toro de lidia, por muy valiente que sea su cachorro, a menos que sea usted torero y salga a pasear con un capote atado a la cintura, exija a su perro que regrese a su lado; a ser posible, sin el toro tras él.

> Quinta regla: Esta es otra de esas reglas desconocida en nuestra especie, de la que sin embargo se hace mención en los libros religiosos. El jefe es el primero que debe respetar las reglas que él mismo ha impuesto.

Comentario: El día anterior estaba usted tan contento, o contenta, que permitió que su pequeña mascota subiera al sofá, jugó con ella cosa de una hora, salió con varios arañazos, un pequeño mordisco y su animalito llegó a mearse de emoción sin que usted, y ahí obró acertadamente, le reprochara nada. Hoy a tenido un mal día y al regresar a casa descubre a su cachorrillo hecho un ovillo sobre el sofá, el nuevo, el que usted no quería que llenara de pelos y babas. La bronca es fenomenal. Su perro siente pánico, se esconde, si de él dependiera se lo tragaría la tierra. Para su sentido común de animal, está usted actuando como un loco. Probablemente el perro no llegue a relacionar: sofá, con bronca. Si la escena se repite mucho, él la relacionará con: llegada del amo, bronca.

Actuación: Si pretende ganarse el respeto de su perro, no hablamos de miedo, sino de respeto, tendrá que ser coherente. Los excesos y los caprichos se pagan. No vuelva loco a su perro. Si en la casa conviven varias personas, deberán respetar unas mismas reglas o de lo contrario se encontrará con que el perro se porta bien con María, pero hace lo que quiere cuando está con Luís. Téngalo en cuenta porque seguramente ni usted, ni su familia, desean un perro caprichoso y gamberro: impredecible.

Como conclusión: Si sigue estas reglas al pie de la letra, fracasará, pero con un poco de sentido común le serán de gran ayuda para conseguir una buena y pacífica dominancia sobre el perro.

11 - EL LENGUAJE DE LA DOMINANCIA

Ahora trataremos del lenguaje de la dominancia. Igual que usted inclina la cabeza ante sus superiores, y, por ejemplo, se le caen las gafas al suelo al saludar al rey, o su ciática se resiente al inclinarse ante la reina, por no mentar la de calambres faciales que sufre al reír los chistes malos de su jefe, pues exactamente lo mismo deberá hacer su perro con usted.


Deje el libro de chistes, quítese la corona y guarde la diadema laureada de Isabel II en el altillo de los trastos. De lo que se trata es de que su perro sepa quien es el amo. Reforzaremos esta impresión de dominio absoluto, tipo dictadura bananera, sin que él se de cuenta, es decir, tipo democracia, con una buena demagogia del buen rollo progresista.

Para ser un buen jefe enrollado, que no se deja tomar el pelo y sabe lo que se hace, bastará con saber lo siguiente:

1 - Mano dentro de la boca. Aclaración: del perro. Meter la mano en la boca del perro es un signo claro de dominancia. También lo es de afectividad y de gran confianza mutua. Con esto le decimos que no tenemos miedo de él. Además, la lengua es la parte más sensible del perro. Los humanos poseemos un lenguaje parecido, muy utilizado en burdeles y oficinas; la única diferencia estriba en que en vez de la mano se utilizan otras partes del cuerpo. Por los beneficios que comporta, no deje de practicar este tipo de dominancia.

2 - Mano encima de la cabeza. Acariciar la cabeza del perro es otro signo de dominancia. Algunos perros no se dejan acariciar la cabeza por desconocidos, los rehuyen. Hacen bien. Seguro que de poder hacerlo, usted también habría rehusado las palmaditas afectuosas, en la cara, de su querido jefe.

3 - Mano sobre el lomo. Una caricia en el lomo es signo de jefe enrollado. La traducción sería: soy tú amo, pero que guapetón que eres. Probablemente recuerda las palmaditas afectuosas que le dieron al rechazar su petición de aumento de sueldo: eso era porque en el fondo su jefe es un enrollao.

4 - Lametón en la mano. Si es usted obispo ya estará acostumbrado a este tipo de agasajos. Para el resto de los mortales, hacer turismo sexual y comprarse un perro es lo más parecido que vamos a encontrar. El perro le lame la mano por sumisión, afecto, y porque encuentra apetitoso el sudor.

5 - Lametón en la boca. Su perro está pidiendo comida. Los cachorros lamen la boca de la madre para incitarlas a reburjitar la comida. Con algo menos de gracia, es lo mismo que hacemos los humanos con los besos de tornillo, sólo que somos más rácanos y en lugar de comida, por lo menos en la mayoría de los casos, todo acaba en un intercambio de sarro y saliva.


6 - Lametón en la cara. Su perro es un listillo. Las madres lamen la cara de los cachorros. No lo consienta. El perro le está tratando como a un inmaduro. No quiero afirmar que usted no lo sea, pero debe guardar las formas. Algo así nos ocurre en el mundo de los humanos, )o no?

7 - En pie con las patas sobre los hombros del amo. El perro se pasa de rosca. De ahí a que le mee en la cara, dista sólo un paso. Písele una de las patas traseras. Su perro le está diciendo que él es el jefe. Sin violencia, hágalo desistir.

Siga estas reglas básicas y tendrá un buen perro. Naturalmente no basta con que su perro esté dominado, como buen jefe, deberá proveerle de todas las comodidades necesarias; de lo contrario, puede que él mismo se las exija; a ladridos.

12 - UN PERRO SUCIO

No crea que he olvidado el tema de las fregonas. En estado salvaje no existe este problema. Los perros no son tan limpios ni pulcros como los gatos, pero tampoco es que sean necesariamente unos guarros. Comer mierdas, revolcarse sobre ellas, mearse sobre las patas, lamer los orines de otro congénere, lamerse el culo, o las partes erógenas, incluso intentar lamer el culo y las partes sexuales de sus dueños, son cosas normales para ellos; incluso para no pocos dueños representa un placer oculto que su perro sea así. No nos engañemos, la familiaridad y libertad que un perro nos proporciona con su ingenua conducta animal, tan amoral, es algo no tan difícil de encontrar en un ser humano, pero el perro es mucho más natural, no tiene remordimientos. No afirmo que no sea imposible encontrar humanos sin remordimientos, y cada vez menos, pero sí complicado. Su perro es libre, no conoce más condicionantes que los del instinto y los que usted le imponga.

El principal motivo para desear desnucar a un adorable cachorro, a parte de lo roído que nos ha quedado el mueble de la habitación, o lo penoso que resulta estar sin un mando a distancia para el televisor, que bien mirado, tampoco importa tanto porque en la tele no dan nada bueno, es lo de los orines y los excrementos.


Los perros cazadores son muy capaces de estar orinando o cagando en casa durante el primer año de vida. No se extrañe, un perro necesita moverse un poco antes de hacer sus deposiciones sólidas, y un cazador está diseñado para recorrer kilómetros y pasar todo el día tras una presa. No creerá que porque usted lo sacó diez minutos al parque a él le dio tiempo de habituarse y aliviar el vientre. Además, los perros cazadores suelen tener el instinto de camuflar su propio olor para no ser detectados. Si le gusta bañarse con su perro, adelante, cómprese un perro cazador. Los dálmatas son muy bonitos. Recuerde que deberá lavarse con champú para perros, su Ph de piel y el nuestro no es el mismo, el del perro es mucho más delicado.

13 - EL PROBLEMA DEL LAVABO

Vamos a lo de las deposiciones. No siempre da resultado. Lo más aconsejable es buscar un lugar a propósito, en el jardín, en el balcón, en una habitación con periódicos, en fin, que a menos que trabaje en un circo, tenga mucha mano izquierda y pretenda enseñar a su mascota a usar el bidet, deberá construir un pipican casero. Allí es donde deberá llevar al cachorro cada vez que este empiece a hacer lo que ya sabe. Impregne el lugar elegido con el olor de las deposiciones, eso ayudará. Un trozo de papel mojado en los orines le servirá. Ahora que ha llevado al cachorro al lugar señalado, deje que alivie el vientre, o la vejiga, y una vez que ha terminado, felicítelo, cólmelo de caricias, mimos y zalamerías, trátelo como a un héroe, o heroína. Igual que ocurre con los humanos, las hembras suelen ser mucho más inteligentes y sensibles que los machos, les gusta agradar y aprenden más deprisa. Deberá tener paciencia, pueden pasar semanas, o meses, antes de que su cachorro aprenda que debe hacer estas cosas en la calle. Suerte.

14- LENGUAJE ENTRE PERROS


Excepto por los gruñidos y los lametazos, el lenguaje que utiliza el perro es completamente distinto al que usamos los humanos. Por ejemplo: la cola. La cola le será de gran ayuda para entablar comunicación gracias a su perro. Si su animal la tiene larga, el mío la tiene inmensamente larga, podrá establecer simpáticos paralelismos del tipo: “que rabo más largo tiene mi perro; hay que ver como se parecen estos animales a sus amos, je, je, je”. Si su perro tiene la cola amputada, ni se le ocurra ponerle una postiza. Descubierto el engaño, el bochorno que tendría que pasar, por no hablar de las excusas y aclaraciones que se vería obligado a inventar a cada instante, serían interminables, casi definitivas. Por ejemplo, si tiene un bóxer amputado, deberá fijar la atención sobre el pequeño muñón de la cola e insistir en aquello de: “pequeña, sí, pero juguetona”. Si el bicho va todo el día con el miembro viril al aire, plan perrito caliente, las gracias y comparaciones saldrán por si solas. Le advierto que ninguna de estas tonterías le va a servir para impresionar a una mujer medianamente inteligente, incluso la más tonta lo mirará con cara de asco y fastidio. Estos métodos no le darán el menor resultado, pero le ayudarán a torcer la conversación hacia temas de posible interés individual. Intente que las conversaciones sean femeninamente interesantes: un culebrón televisivo, los chafardeos de la nobleza de turno, lo increíbles e inteligentes que son el cien por cien de las mujeres, cuando son jóvenes y apetecibles, algo sobre moda o las últimas tendencias en lencería fina, le servirán. Si aún así al poco se encuentra paseando su perro en solitario, no se espante, respire hondo y conserve la poca dignidad que le quede.

Si es usted mujer, deberá tener en cuenta que las mujeres no suelen tener este tipo de problemas. No es que las mujeres no tengan dignidad, no me mal interprete, es que nunca consiguen pasear solas. Es un principio científico, aplicable a todos los países motorizados, que una mujer nunca cambiará la rueda de su vehículo. Incluso en el desierto más inhóspito, algún indígena de sexo masculino se ofrecerá gustoso para realizar tan sucia e ingrata tarea. Algo parecido pasa con esto de los perros. Puede que un hombre no tenga perro, pero si usted es mujer y suele frecuentar un determinado sendero, siempre a la misma hora, no se preocupe, el tipo conseguirá un perro y dos días más tarde lo tendrá allí, andando a su lado, molestándole con su interminable atención hacia usted y su entrepierna. Porque seguro que el perro que ha conseguido el individuo en cuestión es un salido, por algo se lo han regalado, y tan pronto como usted tenga la regla, notará un hocico de cerdas puntiagudas, puede que muy parecido al de su propio marido, si es que este gasta bigote, presionando sobre la cremallera de sus pantalones. Y ahí va un buen consejo: ni se le ocurra llevar falda.


Otra cosa muy a tener en cuenta, es que por el movimiento y situación del rabo conocerá usted el talante y estado de ánimo de su perro. Con los hombres pasa algo parecido solo que los movimientos del rabo humano son mucho más sosos y menos ingeniosos que los del perro. El mío mueve la cola como Charlot movía el bastón: en círculos. Resulta gracioso de ver y no pocas mujeres habrán filosofado, en círculos restringidos, imagino, sobre dónde aprendió el animalito estas filigranas. Si su perro no mueve la cola en círculos o carece de ella; incluso de orejas, no se desespere. Aún le queda mucho por aprender. Lo primero es el saludo.

14 BIS DICCIONARIO PERRUNO

HOLA.

En lenguaje perruno nuestro hola equivale a un golpe en el lomo. Ellos lo redondean oliéndose los culos el uno al otro. Por su propia dignidad, yo le aconsejo que salude a su perro con una afectuosa palmada en el costado y deje lo de olerle el culo para cuando él quiera. No será la primera vez que el muy guarro se tira un pedo en su propia cara, jugando.

QUIERO ALGO

¿Ya está otra vez su perro con la garra encima de la mesa? Eso es que quiere algo, no lo dude. Esto de la pata es un vicio que adquieren en la más tierna infancia, al presionar las mamas de la madre con el propósito de conseguir más leche. Con el tiempo, este gesto se transforma en un tic, que, inexplicablemente, muchos amos se empeñan en enseñar y perfeccionar hasta extremos que cuesta adivinar quién enseñó a quien.

NO ENTIENDO

Su perro ladea la cabeza, sube las orejas poniéndolas puntiagudas y le mira curioso. El pobre no entiende lo que está pasando, lo intenta, pero es algo así como lo que usted hace cuando realiza la declaración de Hacienda: parece que lo entiende, pero, ¿cómo es posible que tenga que pagar esta burrada?


ESTOY CONTENTO

¿Mueve la cola? Desconfíe. El perro mueve la cola para quemar energía. Cuando está alegre también la mueve, evidentemente, pero porque se prepara para la acción y eso le gusta. Para estar seguro que el perro está realmente contento mírele la cara. Una boca medio abierta, enseñando un poco la lengua, viene a ser el equivalente perruno de nuestra sonrisa. Dar saltos es otro claro síntoma de estar contento. No permita que se apoye en usted, le arañará y se lo hará siempre, en cualquier circunstancia, posiblemente, tirándole al suelo, o a la vía del tren, quien sabe. En fin, recuerde el comportamiento de cualquier adolescente en una discoteca y podrá imaginar un perro contento.

ME ABURRO, PERO NO.

En esto los perros y los humanos vamos a la par. Un buen bostezo siempre es el preámbulo de una mejor despedida. Como su perro no puede librarse de usted, suele ser el preludio de una buena siesta. De todas formas, este gesto oxigena la sangre y nos permite aguantar unos minutos más, como diciendo: tengo sueño, pero, en fin, resistiré.

ME ESTOY CABREANDO

¿Lomo erizado, cola con los pelos de punta y labios recogidos mostrando los colmillos, sarro visible? No, no estamos describiendo a su suegra, son signos de que su perro se enfada. Unos gruñidos, ladridos intimidatorios, incluso un mordisco, pueden ser el siguiente paso. Nunca se acobarde ante un perro, ellos huelen el miedo. No es una frase hecha. El can notará su cambio de ánimo, su alteración de ritmo cardiaco, su sudor y el olor a mierda mucho antes que usted. Su fino sentido del olfato y del oído juegan a su favor. ¿Qué debe hacer? Una mirada fija a los ojos es para un perro el equivalente a nuestro guante de los caballeros medievales o la mirada penetrante del pistolero. Úsela con su perro, pero nunca con uno desconocido. El perro desconocido actuará defendiéndose, más por miedo que por intención de atacar. Si su perro se le pone en este estado, con el lomo rígido, le enseña los dientes y le gruñe, dirigido a usted, o hacia alguien de la familia, es que no consiguió crear una buena dominancia. Sin acobardarse, rehuya la lucha con el perro desconocido, ignórelo, póngase en guardia; procure no parecer una amenaza y aléjese discretamente. Con su perro, deberá dejar las cosas bien claras. Incluso tendrá que sopesar la necesidad de la violencia física. Es fácil decir esto cuando lo que se tiene delante es un caniche. Vamos a ponernos en lo peor: su rodwaitler de cinco años se encara con usted. Mójelo. No se deje amedrentar, dominar, por su propio perro. Si está seguro de si mismo, levántelo en el aire, péguele un correazo. Si deja pasar la ocasión, la próxima vez será mucho peor, como una bola de nieve que puede acabar por aplastarlo.


TENGO CALOR

No es una corbata, es la lengua de su perro. El jadeo es una forma de refrescarse. El perro no suda excepto por las plantas de los pies. Dele agua clara, limpia y fresca. Los perros se deshidratan y sufren golpes de calor mucho antes que los humanos. Ellos tienen pelo por todo el cuerpo. Eso los protege del sol, pero no del calor. Tenga cuidado y no deje que su perro pase sed.

15- LA JUVENTUD. Juegos y aventuras de guerra.

¿Cuál es la juventud del perro? Preguntarse sobre esto es casi como preguntarse sobre los misterios de Fátima. Un perro puede tener cuatro años y parecer mucho más joven, más despierto, más curioso y más juguetón que uno de dos años, incluso que un verdadero cachorro de ocho meses. La causa hay que buscarla en el cuadro psicológico del animal. Una buena depresión, unos malos tratos, falta de contacto con otros perros, con gente distinta a sus amos, aislamiento o enfermedades, pueden marcar la diferencia. Biológicamente, un perro es joven entre los dieciocho meses y los cinco años. Esto equivale a los veinte y los treinta y seis años humanos. Ignoro el motivo, la mayoría de la gente calcula la edad de su perro de siete en siete; esto es, un perro de cuatro años, para ellos tendría veintiocho años. No haga mucho caso a estas mediciones, la edad psíquica de su perro nunca coincidirá con la biológica, y la biológica tendrá mucho que ver con el tipo de vida, los cuidados y la salud del animal. Hay cachorros encantadores de cinco años y viejos depresivos de once meses. Si quiere un perro joven, hágalo joven. El ejercicio, el juego, el relacionarse con otros perros, con humanos y el sentirse a gusto, querido y seguro de si mismo, es fundamental. Aunque tenga ocho años, un perro feliz y activo, será un perro joven.

16 – LA SEXUALIDAD. Esa pesadilla con patas.


La etapa sexual es una de las más comprometidas y agotadoras de todas las relacionadas con el perro. Para empezar, debe estudiar detenidamente a su querida mascota. Ya sabe que cualquier cosa o actitud que haga su perro será extrapolada a su persona. Si el animalito tiene tendencias a encular a los de su propio sexo, hágase el despistado e invente una historia que no le comprometa. Diga que antes de ser suyo perteneció a su mejor amigo, justo el que le quitó la novia. A saber qué perversiones vivió el animal a su lado, en aquella sucia casa llena de hombres. Quizás esto consiga mermar la fama de su enemigo. Si es usted mujer, puede decir que pertenecía a su ex-novio, esto hará que los hombres la miren con simpatía. Corre el riesgo de que alguno de ellos le pida el teléfono de su ex-pareja, pero es un peligro que deberá afrontar con entereza. No pretendo insinuar con esto que la actitud sexual de los amos influye sobre la de sus mascotas, sólo quiero hacerle ver que los deseos sexuales de su perro son muy parecidos a los suyos propios. En el caso del hombre, podría asegurarse que son calcados. Las hembras siempre son más complicadas, ya verá el motivo. Ahora describiremos brevemente las fantasías sexuales del perro macho. Es lo más fácil.

17 SEXUALIDAD DEL PERRO MACHO


El perro macho, al igual que ocurre en el hombre, está siempre dispuesto a satisfacer sexualmente a cuantas hembras se le crucen por el camino. Ya habrá notado que el animal se resiste a la hora del baño, esto es porque su olor corporal, unido al de los orines con los que marca el territorio, son su sello. Ya ve que las semejanzas son asombrosas. Algo así pasaba con los hombres hasta que se inventaron las colonias. Lo del baño aún está en proceso de asimilación. Pero continuemos, el perro macho es sexualmente bastante poco sensible; esto también es increíblemente idéntico, pero lo que aumenta extraordinariamente su parecido y simbiosis con el macho humano es que su sensibilidad está centrada al cien por cien en la zona erógena, abarcando también una pequeña parte de la barriga. ¿Se había fijado en que sus amigos siempre acaban apoyando el cubata sobre el estómago? ¿Y qué me dice de los prominentes vientres masculinos? Por si no lo sabía, no son más que una proyección de la sublimación sexual del macho. Pero sigamos con el macho, el de cuatro patas, seguro que su perro se ha puesto cachondo más de una vez mientras estaba sentado, recibiendo una bronca monumental o jugando con usted. Pues igual le pasa al macho humano: son los nervios. Otro paralelismo digno de comentarse es el siguiente: el fin del macho es meramente reproductor y los lametones que da sobre la vulva de la hembra no los hace por placer, forman parte del cortejo; actúa únicamente por instinto, sin pensar. Ya ve que cúmulo asombroso de casualidades. Salvo por la degustación de la sangre de la hembra, la ingesta de orines y el olisqueo de la mierda femenina, aunque no al cien por cien, las relaciones preliminares al coito entre dos perros son plenamente comparables a las humanas. Comprenderá que tener un perro salido es la mejor forma de evitarse el rollo ese de la polinización y las abejas. Ya tendrá su hijo tiempo de entender que una imagen vale más que cien mil polinizaciones. Si su perro vive aislado, sin contacto con otros semejantes, o es demasiado tímido, al igual que pasa con los machos humanos, se lo encontrará pegado a su entrepierna, masturbándose, cada media hora. Esta práctica se diferencia de la del macho masculino por el hecho, del todo envidiable, que su can puede recurrir a las autofelaciones siempre que le venga en gana. En los hombres esta práctica es imposible sin ayuda, o entrenamiento, y no pocos científicos aseguran que sin la existencia de este gran inconveniente la especie humana se habría extinguido hace mucho, mucho tiempo. Sobre esto, circula por Interned una nueva teoría, ciertamente calenturienta, que explica la misteriosa extinción de los dinosaurios. Quien sabe, quizás debamos la continuidad de la especie humana a la falta de elasticidad masculina. A la espera de nuevos descubrimientos, continuaremos describiendo el comportamiento de su perro. En estos momentos lo tiene agarrado con cariño a su pierna, frotándose la barriga y lo que no es barriga. Si no tiene demasiados escrúpulos, déjelo hacer. Lo más aconsejable es que busque un peluche del tamaño adecuado y lo ofrezca a su sufrida mascota. Le costará mucho más barato que la muñeca inchable que guarda en el altillo, recuerdo de aquellos tiempos en los que aún no engatusó a su pareja. Si aún la utiliza, no se le ocurra compartirla con el chucho, ya verá el aspecto que tendrá el peluche dentro de un par de semanas.

Ya sabe que Dios creo la Tierra, los mares, el cielo y a cuantos animales habitan sobre ella, pero se olvidó crear el celibato. La Iglesia Católica le enmendó la plana, es cierto, pero su perro todavía no está lo suficientemente domesticado como para que usted intente imponerle una conducta tan aberrante, más que nada, porque entre los hombres es voluntaria, y su perro va a demostrarle voluntariedades de signo muy contrario. Acepte la condición sexual del animalito con comprensión y o intente inculcarle sus convicciones morales: su perro es completamente amoral. ¿No creerá que los motivos que llevan a su perro a meter la cabeza en su entrepierna, son los mismos que experimenta usted al meterla en la entrepierna de su jefe, o jefa? Lo del perro es puro instinto; lo de usted está mucho más cerca de la tomadura de pelo.

18 - SEXUALIDAD DE LA PERRA

En el caso de las perras, ocurre que su comportamiento no coincide tan plenamente con el de la hembra humana. Algunos aseguran que esta disonancia nace de la total ignorancia que tiene el mundo científico sobre el comportamiento, no digamos ya de la lógica, de la mujer humana. A falta de nuevos y reveladores estudios sobre el particular, deberemos centrarnos en lo que conocemos. Sabemos perfectamente que la perra se pone en celo, receptiva para copular con los machos, dos veces al año. Esto es: ovula cada seis meses durante una temporada de quince a veinte días. La hembra humana ovula cada mes; durante cinco días o más, eso depende. Al contrario que la hembra humana, la perra intenta por todos los medios satisfacer sus instintos sexuales y lo hará con el primer macho que se cruce en su camino. Si ha tenido una perra, sabrá a lo que me estoy refiriendo. Incomprensiblemente, la hembra humana sustituye estos instintos por un buen dolor de cabeza, un cabreo de tres pares de narices y una indiferencia, mezclada con sana repulsión, hacia el sexo contrario. La teoría de que la monogamia no da más que dolores de cabeza, nunca ha llegado a ser demostrada en su totalidad, así que atribuiremos todos esos síntomas femeninos a la regla, que es el parecer cinético más aceptado y seguiremos adelante. El periodo en el que la perra es receptiva para el macho ocurre a los nueve días de llegado el celo; el de la hembra humana no se sabe nunca. La hipótesis, muy discutida, de que la utilización del lenguaje desvirtúa la dura realidad de los instintos biológicos, sumiendo a la hembra humana en un marasmo de contradicciones inexplicables, tampoco ha sido bien acogida por la comunidad científica. Que la perra echa sangre y le pondrá la casa salpicada por todas partes, ya lo habrá supuesto. Precisamente eso es el celo: la vulva se incha y sangra, la perra orina con gran frecuencia, se muestra inquieta, precisa mimos e incluso sufre descomposiciones. Al contrario que las hembras humanas, no existen compresas para perras. Deberá afrontar estos ciclos de alegre suco sexual con paciencia y sentido del humor. Y a menos que le vaya la zoofilia: nunca con sentido del amor. Y bien, esto es todo lo que la ciencia a conseguido averiguar sobre el metabolismo sexual de su querida perrita. El de la mujer continúa siendo una incógnita. Vayamos al cortejo.